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Max, Daniel, Charles y los demás

Max Verstappen es una moneda al aire. Un piloto capaz de lo mejor, pero que, lamentablemente, es cliente habitual de la polémica, de la guerra, de la lucha fuera de la pista que eclipsa a lo que sucede en su interior en la actual Fórmula 1. Un niño mimado por su padre, su escudería y la federación, que a lo largo de la historia siempre se ha posicionado en favor de un piloto y/o equipo. Tan solo por nombrar algunos de sus enfrentamientos más relevantes: Hungría, Bélgica y Méjico en 2019; Hungría (de nuevo) y Singapur en 2020; Bahrein, China y Azerbaiyán en 2021. En total, ocho en tres años, de los cuales el peor está resultando este último, y a los datos me remito. Como mejores puestos dos podios, al igual que su compañero Ricciardo, pero con una diferencia: los del primero son terceros puestos, los del segundo victorias.

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No quiero utilizar este post para cargar contra el holandés. Sólo pretendo ceñirme a los hechos y bajarlo (si es que es posible parar esta bola de nieve) del pedestal al que lo tienen subido la gran mayoría de aficionados a esta competición. Sin ir más lejos, leyendo la guía del mundial de F1 2021, uno de los periodistas especializados apostaba por la lucha Hamilton-Verstappen por el título. Nada más lejos de la realidad: Max se encuentra en la sexta posición del campeonato, a 71 puntos de Hamilton y 34 de su compañero de equipo, y con sólo siete carreras disputadas. La tendencia que sigue el piloto nacido en Hasselt (Bélgica) es, en lugar de ascendente, cada vez menos prometedora, principalmente por su déficit de aprendizaje (es su cuarta temporada) y su mala actitud, que volvió a repetirse durante la rueda de prensa previa al GP de Canadá. Ante la necesaria pregunta de por qué tantos accidentes, Verstappen respondió que se encontraba harto de aquello y que si alguien volvía a abrir aquel cajón se llevaría un cabezazo.

Rueda de prensa del Gran Premio de Canadá

Todo lo contrario sucede con Daniel Ricciardo, que es un tipo cercano, alegre y comedido, pero que cuando se baja la visera transforma toda esa energía en agresividad, gracias a la que es capaz de ganar carreras por delante de coches superiores y de realizar adelantamientos (especialmente apurando la frenada) tan bonitos como los de su compañero de equipo. No es de extrañar que se le coloque en Ferrari el año que viene.

Quien se vería perjudicado por este movimiento sería el piloto revelación de la temporada hasta ahora: Charles Leclerc. El monegasco, que se encuentra en la órbita de jóvenes pilotos de la escudería del Cavallino rampante, ya ha dejado varios destellos a bordo del peor volante de la parrilla (Sauber), y no me cabe ninguna duda de que en un par de temporadas se encontrará en uno de los equipos grandes. Para mí, podría sustituir perfectamente a Raikkonen como segundo piloto la temporada que viene, tal y como realizó Red Bull con Verstappen. De talento va sobrado.

Extraordinaria exhibición de Charles Leclerc durante la prueba de la F2 disputada en Bahrein el año pasado

Antes de terminar, y como homenaje a la madre de todas las carreras, las 24 Horas de Le Mans (que se celebran este fin de semana), me gustaría rescatar de su lista de pilotos a varios que por su calidad podrían seguir compitiendo en la Formula 1: Sébastien Buemi, que es mejor piloto que la mitad de los que corren actualmente el campeonato de F1; al igual que Kamui Kobayashi, Jenson Button, Paul Di Resta o Felipe Nasr. Nada que envidiar debe tener Le Mans a la Fórmula 1.

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