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Lo que la Fórmula 1 debe aprender de la Indycar

Dice el refrán que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. El pasado fin de semana tuvieron lugar dos citas claves en el mundo del motor: Mónaco e Indianápolis, casi al mismo tiempo, y la ausencia de un piloto en esta primera para adentrarse en una nueva aventura hacia la segunda hizo que los amantes de este deporte estuviéramos todo el día pegados a la pantalla. De esta experiencia he llegado a varias conclusiones que desarrollaré a continuación pero que bien puede resumirse en una única idea: emoción, sentimiento, pasión, incertidumbre. Conceptos sólo aplicables al ser humano y que el avance tecnológico se está comiendo en el "Gran circo", que cada vez es más racional, más mesurado, más monótono y en definitiva más aburrido. Incluso los coches son fáciles de conducir, dicen algunos. El ser humano necesita sentir y para ello se crearon las carreras. Sin eso nada tiene sentido, y si seguimos creando máquinas cada vez más inteligentes acabarán por quitarnos el sitio. De hecho, cada vez importan menos unas buenas manos. La Fórmula 1 es un reflejo del mundo actual, y nos surgen las mismas dudas: ¿La carrera tecnológica lleva al progreso? O por el contrario... Sin embargo, al otro lado del charco nada ha cambiado.



Les voy a hacer un amplio resumen del GP de Mónaco: una mala estrategia de Raikkonen le dio la victoria a Vettel. Fin de la historia. Vale que sea un circuito urbano, pero no es la primera vez que a lo largo de las dos horas de carrera no hay ningún adelantamiento. Los coches van muy rápido, sí. Los pilotos son los mejores del mundo, también. Es la cuna de la innovación y el desarrollo científico de la automoción, sin duda. Pero no olvidemos que es una competición, en la que participan muchos equipos pero en la que sólo pueden ganar dos. Frente a ello, nos encontramos una competición pura, sin tecnicismos, en la que se vive la carrera y te enteras de lo que está sucediendo. La Fórmula 1 no hay quien la entienda, eso es una realidad, y si quiere dejar de ser la sombra de lo que fue hace 30 años deberá aprender alguno de los siguientes consejos de la Indy:

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En primer lugar, y lo más importante: en la Indy hay adelantamientos. Muchos. Hay constantes cambios de líder, y que un piloto se escape es casi imposible. Las carreras siempre son inciertas y se deciden en el último momento, con 10 pilotos separados por menos de dos segundos.

Segundo, la Indy es mucho más que una carrera. Es un espectáculo que dura varias semanas y que reúne a no menos de 400.000 personas en su impresionante estadio, mientras que la Fórmula 1 ha marchado a países como Abu Dhabi, Baréin o Singapur por negocio y ello se refleja en las gradas vacías durante todo el fin de semana.

Tercero, precios. Una simple comparación. En las 500 millas de Indianápolis las entradas oscilaban desde los 44 a los 100 euros. En el Gran Premio de Barcelona, la tribuna más barata costaba 200€. Además, los americanos ofrecen a cambio de un suplemento unos cascos con los que podrán seguir las importantísimas conversaciones de radio de los equipos. ¡Eso es afición!

Cuarto, la pureza. Han pasado 101 ediciones de la Indy500, pero el aroma sigue siendo el mismo de siempre. Una máquina, un bólido (no un robot), en la que el más mínimo error te sale caro. Así es nuestro deporte. Puede ser una competición más básica, los coches, las paradas en boxes... se podría decir que es incluso cutre. Pero por eso mismo es más auténtico y te hace recordar viejos buenos tiempos, en los que las carreras gozaban de mejor salud. En la Fórmula 1 todo es demasiado limpio, burgués, ordenado, estudiado. Los pilotos se tiran los trastos a la cabeza unos a otros y les falta verdadera pasión por su trabajo. Aunque brillante por fuera, el "Gran circo" está podrido por dentro.

Y quinto y último, la emoción. En eso los Estados Unidos nunca falla. Ya puedes ir en vigésima posición que una salida del pace car te puede llevar a la primera. Puedes elegir una estrategia distinta, y esperar a que la fortuna (importantísima en este evento y símbolo nacional) haga el resto. Todo puede cambiar rápidamente. ¿Y hay algo más emocionante que una resalida, con cuatro coches entrando en la curva en paralelo? Sí, las paradas en boxes, con más de veinte coches entrando y saliendo a la vez. "Es vibrante en todo momento y la acción se va desarrollando en un constante in crescendo según va avanzando la carrera para derivar en un final apoteósico.", dice Antonio Lobato. Y no le quito razón.

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Personalmente, la Indy me ha cautivado. Si bien la conocía de oídas nunca me había causado el interés suficiente como para seguirla o buscar si quiera los resultados. Ahora la Indycar ha llegado para quedarse. Creo que tiene mucho que aportar y que en directo el espectáculo debe ser abrumador. Parece mentira lo que un simple óvalo es capaz de hacer, pero ahora no me cabe duda de que está a la altura de las "carreras europeas" como allí las llaman. ¡Nunca es tarde para descubrir cosas nuevas!

Resumen de la carrera

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